lunes, 16 de diciembre de 2013

La lavadora

Una cosa te quiero decir.

La lavadora esa que tanto te gusta, esa de la que abres y cierras la puerta 50 veces al día, a la que te asomas y gritas dentro por si hay alguien, y en la que has empezado a meter parte de tus juguetes porque te gusta el ruido que hacen al caer en el tambor, esa misma, nos ha costado una pasta.

No digo que no sea divertido, que no lo hagas con cuidado y todo eso. Pero creo que el ingeniero alemán que la diseñó no pensó en el uso que tú le das para que aguantase el tiempo que pone en la garantía.

Afortunadamente sí puso un bloqueo a los botones táctiles cuando está en marcha, pero no se le ocurrió inventar un mecanismo más difícil para abrir la puerta cuando está parada; algo que un mocoso como tú de apenas un año no abra con tanta facilidad.

Sé que es espectacular, sobretodo cuando está en marcha y centrifuga, o cuando intentas tocar los botones y las lucecitas y protesta con un pitido avisando de tu intento de sabotaje.

Pero cuídala, por favor. Que la elegimos así de bonita para cuando arreglemos la cocina.

Papá