martes, 19 de noviembre de 2013

Malditos dientes

Ayer tuviste uno de esos días en los que tu propio crecimiento se vuelve contra ti.

Cada ciertas semanas, una o dos parejitas de pequeños dientes se empeñan en salir a la luz. Aparece tu carácter: estás cabreado con el mundo, te ríes menos, y estás más irascible. Reaccionas igual que tu padre cuando tiene un mal día.

Pegas manotazos y nos miras diciendo "¿Por qué me pasa esto y no lo solucionáis?", y por la noche gritas y protestas con rabia porque, mientras duermes, te vienen pinchazos que te hacen agitar la cabeza de lado a lado de la cama.

Todo el mundo dice que es una de las situaciones más dolorosas que vas a vivir en tu vida. Ya sabes lo que pienso de la sabiduría popular, pero ojalá sea así. Ojalá no te veas obligado a tomar más medicinas, a sufrir dolor físico irremediable (y del otro tampoco, pero eso depende aún de más cosas) y que seas capaz de pasar por este planeta sin demasiadas ayudas externas para tenerte en pie.

En casa no somos muy partidarios de las medicinas para pequeñas cosas, lo sabes, y, por nuestra propia experiencia, eso trae beneficios para cuando tengas la edad de tus carcas de padres.

Ahí tienes tu primer consejo.

Papá.