Si algo hemos aprendido a la hora de tratar contigo, es que sólo te dormirás si tú crees que es el momento de hacerlo.
Hoy estabas cansado, habías dormido poco a mediodía, y hemos dado un paseo después de salir de la guardería. Querías jugar, querías que yo jugase, pero tu cuerpo te pedía reposo y, como siempre, tú te cabreas con él y protestas.
Al final, cuando te he visto a punto de rendirste, te he cogido en brazos y has caído automáticamente.
Y después, la calma. Casi dos horas has estado durmiendo, hasta que el sonido de la puerta te ha dicho que mamá estaba en casa has vuelto a ganar la batalla al sueño.
Ahora ya estás de nuevo con mamá arriba, y de nuevo duermes como un angelito.
Hasta mañana.
Papá.